de mi historia, a pesar de las
desazones, de las dudas, de las
desesperaciones, no ceso de afirmar
en mí mismo el amor como un valor"
Fragmentos de un discurso amoroso
de Roland Barthes
Las chicas de Todo Moda pensaban que se trataba de un nuevo vagabundo, recordaban la historia del profesor de matemática que de un día para el otro había abandonado su casa, su familia y su trabajo.
El barrendero decía que era uno de los jubilados que protestaban los miércoles pero que se quizás se había peleado y por eso decidió mudarse de esquina.
El diariero agregaba tintes de policial, con mucha seguridad alertaba a las mujeres de la zona explicándoles que ese señor en apariencia dócil y simpático era en realidad un asesino serial.
Nadie se animaba a hablar con él hasta que un día uno de los pizzeros de La Americana decidió preguntarle qué hacía justo ahí, en medio del ventanal, durante tantas horas. Cuando se acercó el anciano permaneció inmóvil, casi sin percatar su presencia, entonces el pizzero comenzó a observarlo detenidamente y descubrió un anillo en la palma de su mano. Se atrevió a preguntarle y el anciano sin omitir una palabra le señaló la parte superior del ventanal, se trataba de una nueva inscripción que había permanecido oculta durante muchísimos años detrás de un enorme cartel .

Con el tiempo comprendió que no se refería al cielo sino a las fachadas. También descubrió que era Guillermo, antiguo compañero de la facultad de arquitectura, el que les había levantado la mirada. Le fascinaban las molduras, los balcones y las cúpulas, pero en su exilio a España -forzado por la hiperinflación- Guillermo perdería esos fragmentos de ciudad que lo cautivaban.