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martes, 2 de junio de 2015

Correo sentimental - Primera entrega


Xaviña, España, domingo 31 de mayo de 2015 

Estimada Virginia:

No tengo la menor idea de por qué te escribo, soy un tipo tímido al que no le gusta que lo lean. Pero te escribo. Te estoy escribiendo ahora todo lleno de árboles. Al lado está el gato que busca una caricia, adelante está esta la netbook titilando. No hay mate, sí mucha pena.
Me veo con veinte años menos caminando por avenida Corrientes. En ese momento estudiaba  y me la pasaba metido en las librerías. Compraba de todo y lo devoraba con intensidad. Noches enteras de pucho, café y libros. Sería, más bien, libros, libros, pucho, libros, pucho, café. Del departamento a la avenida, caminaba como poseso. Los libreros me conocían y me recomendaban siempre algo nuevo, algún autor favorito. Yo en esa época ya me había enamorado perdidamente de Hebe Uhart. Los recuerdos se me van como hilos. Si supieras Virginia, ya no tengo ni la mitad de mis libros. Mis que son simplemente libros. Enterrados, perdidos, prestados. Y vuelvo a mirar los árboles. No veo nada, ya no siento nada.
Gran parte de mi vida quedó allá pero hay algo que me vuelve continuamente, lo aprendí de memoria, es el prólogo de Haroldo Conti a un libro de cuentos de Hebe, decía: "Hebe Uhart, para su desgracia, es definitivamente una creadora. Ni aclara, ni completa una realidad conocida. Revela o, mejor dicho, ella misma es una realidad única, distinta". Y vuelvo a mi realidad como si fuera un cuento de Hebe lejano, leído en las circunstancias que añoro entero. Es que estoy tan lejos de todo. En este momento el gato se da cuenta, se acerca y me ronronea. Cree que soy yo el que lo acaricia a él.

Un abrazo, Ricardo





sábado, 26 de diciembre de 2009

Una esquina, dos historias

La primera



"A despecho de las dificultades
de mi historia, a pesar de las
desazones, de las dudas, de las
desesperaciones, no ceso de afirmar
en mí mismo el amor como un valor"
Fragmentos de un discurso amoroso
de Roland Barthes


En la esquina de Callao y Mitre desplegaba su banquito de madera y se sentaba durante varias horas. El hombre mayor con profundas marcas temporales en el rostro había aparecido repentinamente y los trabajadores de la zona comenzaban a esgrimir varias hipótesis:
Las chicas de Todo Moda pensaban que se trataba de un nuevo vagabundo, recordaban la historia del profesor de matemática que de un día para el otro había abandonado su casa, su familia y su trabajo.
El barrendero decía que era uno de los jubilados que protestaban los miércoles pero que se quizás se había peleado y por eso decidió mudarse de esquina.
El diariero agregaba tintes de policial, con mucha seguridad alertaba a las mujeres de la zona explicándoles que ese señor en apariencia dócil y simpático era en realidad un asesino serial.
Nadie se animaba a hablar con él hasta que un día uno de los pizzeros de La Americana decidió preguntarle qué hacía justo ahí, en medio del ventanal, durante tantas horas. Cuando se acercó el anciano permaneció inmóvil, casi sin percatar su presencia, entonces el pizzero comenzó a observarlo detenidamente y descubrió un anillo en la palma de su mano. Se atrevió a preguntarle y el anciano sin omitir una palabra le señaló la parte superior del ventanal, se trataba de una nueva inscripción que había permanecido oculta durante muchísimos años detrás de un enorme cartel .



La segunda

Ahí está Cuando tenía apenas cinco años la madre le dijo: "Hay que mirar para arriba, mirá, ¿ves?".
Con el tiempo comprendió que no se refería al cielo sino a las fachadas. También descubrió que era Guillermo, antiguo compañero de la facultad de arquitectura, el que les había levantado la mirada. Le fascinaban las molduras, los balcones y las cúpulas, pero en su exilio a España -forzado por la hiperinflación- Guillermo perdería esos fragmentos de ciudad que lo cautivaban.
Ella, que también estuvo a punto de irse después de diciembre del 2001, recibe un SMS:

Fijate la esquina de mitre
y callao. Huellas del pasado
sobre la americana para foto
beso, Susana.