lunes, 24 de agosto de 2009

Dulce palomita



Atacan a los trabajadores ni bien salen de sus oficinas. Evocando una imagen de Los pájaros de Hitchcock, las palomas sobrevuelan a los transeúntes que carecen de las cabinas telefónicas londinenses para refugiarse.
Aquellos otros que se salvan del ataque caminan por las calles del centro hasta que se topan con unas cinco palomas que se apropian de la vereda, ni se inmutan ante el paso humano, se han convertido en inmunes, son palomas de ciudad, su naturaleza se ha transformado de forma que carecen de mínimas dosis de miedo.
Antes, las palomas volaban ni bien te acercabas pero ahora sos vos el que tenés que correrte para dejarlas pasar porque te da miedo pisarlas. Sin embargo, algunos de sus cadáveres aparecen en las calles, los denominados “purés de paloma” o restos de paloma aplastados en el asfalto. Para algunos, una triste pérdida, pero para otros, la reivindicación de la ciudanía citadina.

3 comentarios:

  1. Las odio, como Gargamel a los pitufos, como D'Elía a la puta oligarquía, como Alfano a Moria. Quiero un plan de exterminio para ellas (las palomas, aunque otro para Alfano y Moria no me disgustaría) y castigo a quienes las alimenten. Ratas con alas, las odio.

    ResponderEliminar
  2. jajajaja ¡Totalmente! Ni siquiera las defienden las sociedades protectoras de animales...
    Ya escribiré sobre las alimentadoras de palomas que, desafortunademente, me cruzo a menudo.

    ResponderEliminar