miércoles, 17 de junio de 2009

Ralenti

La gente camina rápido por la Capital, se cruzan, se chocan, se adelantan, se golpean. Pero siempre hay alguien que detiene la marcha. Esta vez fue una mujer de unos noventa años, con su bastón, la que me impidió el paso acelerado. Me vi obligada a seguirle el ritmo lento, me detuvo.
Esa mujer era atemporal y, su marcha, un fatal anacronismo.

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