Ya se ha dicho que una de las características de la ciudad moderna es el anonimato, pero... ¿Qué pasa con el que vive en el barrio cuando llega a la ciudad?
Se pasea por las calles y saluda al verdulero, hijo del que le vendía a sus abuelos. Sigue su camino y ve a un antiguo compañero del colegio primario. Llega a su casa con la certeza de que el pasado ha quedado marcado, y no sólo en los espacios en los que habitualmente transita. Él también es esa otra gente, es él junto muchos otros.
A la mañana saluda al colectivero: "Buen día" y sigue camino hacia la ciudad. Se ha cruzado con varios pasajeros durante meses, a la misma hora, en el mismo subte, ellos son su presente, su cotidianidad y no se saludan.
Se pasea por las calles y saluda al verdulero, hijo del que le vendía a sus abuelos. Sigue su camino y ve a un antiguo compañero del colegio primario. Llega a su casa con la certeza de que el pasado ha quedado marcado, y no sólo en los espacios en los que habitualmente transita. Él también es esa otra gente, es él junto muchos otros.
A la mañana saluda al colectivero: "Buen día" y sigue camino hacia la ciudad. Se ha cruzado con varios pasajeros durante meses, a la misma hora, en el mismo subte, ellos son su presente, su cotidianidad y no se saludan.
Cuando uno sostiene cierta rutina y un lugar de residencia fijo (lo que no me ha pasado demasiado), comienza a cruzarse con ciertas personas en el transporte. Llega un punto en el que es incómodo no saludarlas. Basta un gesto mudo (una mueca o una caída de cabeza). Claro que se puede fracasar y ese fracaso es, quizá, más incómodo que el no saludo. El otro puede no darse por aludido, mirar hacia otro lado, bajar la vista, y bloquear en ese punto todo contacto, ya no habrá palabras, ni otro grado de conocimiento.
ResponderEliminarSi tenés razón, pero en general, a pesar de ese mutuo conocimiento, el saludo nunca se efectiviza. Quizás esa sea una diferencia con los barrios o los edificios en donde la comunicación siempre pareciera ser más viable ¿Porqué será?
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