"Aquí las relaciones fascinan, la palabra alimenta y colma,
como el súbito develamiento de una verdad; es decir
que esta verdad es de orden poético, es sólo decir que
la Palabra poética nunca puede ser falsa porque es total;
brilla con una infinita libertad y se apresta a irradiar
hacia miles de relaciones inciertas y posibles"
Roland Barthes, "El Grado cero de la escritura"
Todo eso estaba ahí y fue el gran Doisneau el que lo descubrió. Sesenta años después, en un café con atmósfera parisina de Buenos Aires ellos se divierten con las caras de asombro de los que observan el cuadro. Una cámara que reguló la entrada de luz, el obturador que se cerró, párpados.
La densidad del blanco y negro contrasta con los colores de la ambientación pero persisten en la regresión temporal.
Nos fuimos a París, lo sé, y si cerrás los ojos después de cruzar Rivadavia también vas a ver el mar…
Cada uno guarda sus propias imágenes pero algunos quizás las olviden y vuelvan a caminar por la misma ciudad, a resguardo de cualquier peligro desestabilizador. El mismo subte, el mismo café, la misma noche.