sábado, 2 de agosto de 2014

La tarde - Cementerio de la Chacarita

A Mary que sigue ahí

Aroma a facturas, a churro y tortita negra. No, están caras y nos tenemos que cuidar un poco...Con Elbio agarramos la canasta, metimos el mate, la yerba y nos fuimos a pasear.

Queríamos ir a algún lugar lindo aunque el clima no estaba muy bueno y amenazaba con llover. Yo tenía ganas de ir a ver los nietos a San Andrés pero cuando estábamos por Chacarita al Elbio le agarraron ganas de bajarse en el cementerio. Me dijo que ahí estaban las tumbas de Gardel, de Pugliese, Goyeneche y Troilo. A él siempre le gustó el tango y de joven supo ser un gran guitarrista, mi preferido.

Ni bien bajamos miramos el mapa pero no aparecían los tangueros. Caminamos despacio porque la artrosis me mata y más en días húmedos y nublados. Nos animamos a preguntarle a un señor y digo nos animamos porque había tan poca gente que parecía un fantasma. Nos dijo que sigamos por la diagonal dos calles y después a la izquierda cinco más. Movía la mano como si reconociera cada espacio, cada tumba, cada pasillo… Yo puse una cara fea de esas que pongo cuando los nietos se mandan alguna pero estaba asustada, con miedo.

Ya no dábamos más y llegamos a la tumba de Carlitos. Nos quedamos ahí mirando y Elbio descubrió las placas más antiguas: 1936 y 1937. También se colaba en lapicera un saludo de ese mismo día.





Seguimos caminando para ver a los otros tangueros. Yo tenía sed pero no me daban ganas de sacar el mate delante de tanta tumba y menos con un olor tan fuerte que había, húmedo y podrido. Como cuando las plantas se llenan de agua y queda el olor en el patio por varios días. Pero en el cementerio había mucha más agua, agua en la tierra, agua en floreros de nichos, agua por debajo que se escurría en las napas arrastrando tanto hueso.

Los nichos, eso fue lo que más me impresionó. Tres pisos bajo tierra de nichos, tres interminables pisos con interminables filas, flores naturales, placas metálicas, flores de plástico, cartelitos de Papá te amamos y Mamá. Querido hermano. 1918 – 1960. 1927….  Elbio descubrió ahí nomás, cerquita, una camilla metálica que me hizo imaginar un cuerpo acostado, recién fallecido, rumbo a su tumba.




Cuando llegamos a la salida la reja estaba cerrada y dos guardias esperaban para abrirla. Elbio y yo nos asomamos entre tanto ruido y movimiento. Ya era hora de comer bizcochitos con agua calentita...



7 comentarios:

  1. Me encanta tu relato, cómo lo cuentas, lo que dices... Y esa atmósfera que consigues transmitir, tan sencillamente, tan sin darme cuenta... hasta que la siento, de pronto, como si estuviese ahí.
    Gracias, María Virginia. Me alegra mucho haberme encontrado con vos de nuevo.
    Un abrazo.

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    1. ¡Muchas gracias Esteban! Yo creo uno de mis propósitos principales cuando escribo es precisamente ese, poder transmitir cierta atmósfera que voy creando en mi mente.

      Saludos

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    2. ¡De nada! ¡Gracias a vos!
      Pues en mi opinión lo consigues sobradamente y te felicito por ello, María Virginia.
      ¡Saludos!

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    3. ¡De nada! ¡Gracias a vos!
      Pues en mi opinión lo consigues sobradamente y te felicito por ello, María Virginia.
      ¡Saludos!

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  2. Muy bueno! y me alegro por la vuelta de las crónicas.

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  3. ¡Hola SAL! ¡Muchas gracias! Me parece que usted también volvió eh...

    Un abrazo, no leemos

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  4. Hola! Que bueno que volvieron las crónicas! De nuevo a disfrutar la ciudad de otra manera :-). Besotes

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