lunes, 25 de abril de 2011

Funerales


Voy a escribir, algún día, te dije que sí.

En ese cubículo a pocas cuadras de la plaza Congreso se emplaza tu segundo hogar. Como cuando eras chicas y te abriste la cabeza, te decían que no pero seguiste dando vueltas carnero. Ahí tenés, te lastimaste y directo a que te suturen la cabeza en el hospital.

Pero el cubículo te queda un poco más lejos y escuchás a diario diálogos unidireccionales específicamente diseñados para causarte más heridas. Nunca vas a hacer nada bien y no-servís-para-nada, no te preocupes. Los derechos humanos también son esto ¿sabías? por más que agredan los defienden y te piden que los defiendas, defendélos, ya, porque yo también puedo herirte ahora mismo.

El imperativo se transforma en esa nueva forma de comunicación mientras las cucarachas invaden la cocina comiendo restos de ensalada y azúcar. No deberían darte asco, lo sabés.

Afuera la planta llena de cigarrillos se seca y vos te olvidás de regarla, se va a morir ¿sabías?



domingo, 24 de abril de 2011

Vas a estar bien


Maria dice:
me voy a dar una vuelta en bici, a ver si se me pasa la modorra de la siesta


Desde Francisco Álvarez, en el oeste de la provincia de Buenos Aires, llega la frase a una oficina de Capital Federal. Resulta difícil captar algo de esa experiencia. Cuando salga de la oficina tendrá que intentar entrar en el subte a puro golpe y después vendrá la avalancha de pasajeros del tren Sarmiento: la mochila perdida entre los pasajeros, anteojos aplastados, el cuerpo torcido, el dolor, la adherencia humana.

¿Cómo fue que perdiste tu bicicleta? ¿Por qué te bajaste? Vas a volver a subirte y cuando te hundas en el viento me vas transmitir esa paz, otra vez. Nunca se fue, volvé y de paso, si querés, pasáme a buscar.



lunes, 18 de abril de 2011

Con ese ritmo loco


Elsa se levantó temprano, a eso de las siete de la mañana, y se hizo el color, las canas eran demasiado notorias y esta tarde quería estar impecable. Después de darle de comer al gato eligió el trajecito color beige y lo planchó un poco porque de estar ahí colgado nomás se arruga. Abrió la ventana, asomó el brazo y dictaminó que debía llevar una chalina, quizás la de color marrón.

Se vistió y se puso bastante perfume tratando de mitigar el olor a veneno antipolillas, pensó que debería poner uno de esas bolsitas de lavanda que tienen mejor olor y en una de esas también sirven.

Cuando salía del departamento esperó el ascensor pero no venía así que empezó a golpear la puerta y pensó que era otra vez el chico del cuarto que siempre se olvida la puerta abierta. Bajó un par de escalones pero se agotó, volvió a gritar y ahí apareció Atilio, el cuida perros del tercero: “Disculpe Doña pero se me escapó el Golden”. Elsa le explicó de la operación de la pierna, que la próxima se apure, que no estaba para andar esperando todo el día y ni hablar de bajar la escalera.

Tomó el colectivo que desvió por una manifestación lo cual la puso de mal humor: “En este país todo el mundo hace lo que quiere, así no puede ser”. Se bajó caminó despacito y llegó a la puerta del cine donde la esperaba la Tota, se saludaron y entraron. La función les gustó y decidieron a tomarse un cafecito por Callao. Cruzaron Rivadavia pero Elsa escuchó una música rara: “¿Esto es el jevy tota no? ¿Como rock pesado?”. La Tota no la escuchaba, atrajo su atención una chica que tocaba la batería y Elsa se puso a charlar con unos chicos que se estaban haciendo arrumacos al lado “¿Tocan lindo no?”.

Adelante algunos hacían pogo y otros alzaban la botella de cerveza mientras cantaban.

Juan, Laura, Elsa, Pedro, Tota, Juana, todos metaleros.


lunes, 11 de abril de 2011

Você

Cuando despiertes no vas a estar solo y cuando cierres los ojos me vas a ver ahí.
Ese cielo no va a ser más el mismo cielo, se inundó de estrellas a las que fuimos nombrando y descubriendo en un parque que también nos nombraba.
Es el sabor a romero, el repentino encuentro de nuestras manos.
Los paraguas se resisten a abandonar la lluvia torrencial, los semáforos dejan de funcionar, somos peatones fulgurando en los charcos del asfalto.
Tu pregunta, también la mía, una respuesta que encuentra las miradas.
Ahora estás dormido, escuchás un tango y yo te observo, así voy a seguir en muda contemplación, tratando de eternizar el instante.