lunes, 18 de abril de 2011

Con ese ritmo loco


Elsa se levantó temprano, a eso de las siete de la mañana, y se hizo el color, las canas eran demasiado notorias y esta tarde quería estar impecable. Después de darle de comer al gato eligió el trajecito color beige y lo planchó un poco porque de estar ahí colgado nomás se arruga. Abrió la ventana, asomó el brazo y dictaminó que debía llevar una chalina, quizás la de color marrón.

Se vistió y se puso bastante perfume tratando de mitigar el olor a veneno antipolillas, pensó que debería poner uno de esas bolsitas de lavanda que tienen mejor olor y en una de esas también sirven.

Cuando salía del departamento esperó el ascensor pero no venía así que empezó a golpear la puerta y pensó que era otra vez el chico del cuarto que siempre se olvida la puerta abierta. Bajó un par de escalones pero se agotó, volvió a gritar y ahí apareció Atilio, el cuida perros del tercero: “Disculpe Doña pero se me escapó el Golden”. Elsa le explicó de la operación de la pierna, que la próxima se apure, que no estaba para andar esperando todo el día y ni hablar de bajar la escalera.

Tomó el colectivo que desvió por una manifestación lo cual la puso de mal humor: “En este país todo el mundo hace lo que quiere, así no puede ser”. Se bajó caminó despacito y llegó a la puerta del cine donde la esperaba la Tota, se saludaron y entraron. La función les gustó y decidieron a tomarse un cafecito por Callao. Cruzaron Rivadavia pero Elsa escuchó una música rara: “¿Esto es el jevy tota no? ¿Como rock pesado?”. La Tota no la escuchaba, atrajo su atención una chica que tocaba la batería y Elsa se puso a charlar con unos chicos que se estaban haciendo arrumacos al lado “¿Tocan lindo no?”.

Adelante algunos hacían pogo y otros alzaban la botella de cerveza mientras cantaban.

Juan, Laura, Elsa, Pedro, Tota, Juana, todos metaleros.


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