lunes, 2 de agosto de 2010

De pelos



La calle Rodríguez Peña entre Rivadavia y Lavalle tiene una gran cantidad de peluquerías. En una de ellas hay mujeres llenas de ruleros y redecillas en el pelo. Algunos transeúntes las miran y en ese ir y venir instantáneo entre ruleros, pelos como pelucas y mobiliario antiguo, creen estar retrocediendo unos cuarenta años. Son mujeres de otro tiempo que siempre estuvieron ahí, como los viejos secadores en tonos metálicos.
Una joven quiere ir a cortarse el pelo pero teme entrar en esa peluquería, si entra siente que no va a salir nunca más. Pregunta precios, entra y sale de todos los locales pero, agotada, decide volver a su barrio. Toma el tren Sarmiento y un hombre al agarrarse de la manija del asiento oprime casi la totalidad de la cabellera, ella intenta mover la cabeza pero no puede, hace señas y el hombre finalmente la libera. Lo sabe, ese pelo se ha vuelto peligroso en los medios de transporte. La semana anterior los cabellos habían quedado atrapados entre los cuerpos de varios pasajeros, su cuerpo por un lado, la cabellera atrapada por el otro. “Ya no más” se dijo, cuando bajara del tren tendría que encontrar una peluquería.
Camina por la calle paralela a Rivadavia, la misma Rivadavia de Capital Federal pero otra Rivadavia. Llega hasta un pequeño local y al mirar para adentro nota que hay una mujer pintando un cuadro. Se anima a entrar pero, temiendo interrumpirla, le dice en voz baja si le podía cortar el pelo, la mujer termina de dar las pinceladas y le responde que sí, que no hay problema. Cuando se sienta para que comience a realizar el corte nota que al mirar el espejo aparecían una gran cantidad de cuadros, ¿se había equivocado de lugar? En la contemplación deja de observarse a sí misma y a la peluquera, cuando se levanta tiene pelo más corto pero unas ganas inmensas de permanecer allí observando las obras. Nunca había contemplado ninguna obra así, esta vez fue el ritmo del corte el que impuso su propia temporalidad y la llenó de ruleros y redecillas…

5 comentarios:

  1. Hola Virginia:

    Las ciudades tienen cosas asi, como extrañas, y en ellas somo todo personajes.
    ¿Peluquera devenida en pintora... o pintora forzada a peluquera?
    Como la ciudad misma: Rivadavia despuntada en avenida, que se puede perder en una callecita de barrio adentro.

    Comprate una camarita cuando puedas.
    Y te sigo, me gusta como escribis.

    Saludos cordiales.

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  2. A mi me dan miedo esas peluquerías. Más que nada porque el peluquero ya no es tal, sino "estilista".
    Me da mucho miedo.

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  3. amiga blogera!!! Quiero ir a esa pelu... te puedo acompañar? de paso despunto el vicio de mirarle los productos... Ahí hay arte en las cabezas: te dejaron minujinica? corte en capas? o liso total?

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  4. una vez más, que buena foto! y cuán cierto esto de los pelos en el tren, hay melenas invasivas, rulos expansionistas, que terminan apresados por humanidades ajenas. Que el corte te haya quedado bien.

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  5. Crónicas: ¡Muchas gracias! Me queda la duda, quizás son diferentes formas de ejercer la creatividad, peluquerapintora, todo junto. Si, ando en eso, estoy por comprarme una cámara pocket que me permita cierta calidad de imagen. Quería una réflex digital pero no llego a la suma y además me gusta pasar más desapercibida cuando saco las fotos.

    Mechicabota: Mucho gusto para la vecina del tren Sarmiento jeje Si, dan un poco de miedo pero bueno, siempre alguien se anima y entra. Yo también le temo a las peluquerías hiper modernas donde reina el chisme, la extrema atención al cuidado personal, me parecen como muy inhumanas. Gracias por pasar.

    Amema_lagiba: Cuando quieras, veníte para Ramos y nos tomamos un cafecito en el Havanna. Jeje ni minujinica ni warholiana, corte de puntas y un toque rebajado. Dicen que las peluquerías de Álvarez también tienen toda la onda, culpa suya ¿vió?

    SAL: Muchas gracias, el corte quedó bastante bien aunque quedé deslumbrada por la experiencia artística. Jajaja es verdad, los rulos pueden llegar a ser muy invasivos.

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