
Y resulta que todo es viaje, porque se sale rápido, después de bañarse, cambiarse, tomarse un café y juntar las monedas. Y se llega al colectivo, ese mundo en donde todo transcurre al ritmo de los golpes de mochila para pasar al fondo, los “Uno de uno con setenta y cinco” y “A Primera Junta”.
Una pasajera dice: “Me falta hacer yoga acá, paso gran parte de mi vida yendo y viniendo”. Un estudiante la mira y piensa en las marcas que han dejado los baches en sus apuntes, palabras que involuntariamente se convierten en partes esenciales para el entendimiento del texto.
Otra joven que lleva una hora parada llega al tan ansiado asiento, se sienta placenteramente y se desliza hasta que la nuca queda apoyada sobre el respaldo. Se duerme. ¿Levantarse? ¿Dónde?