Caminando por Avenida Corrientes, perdida en una de las calles laterales: una puerta por donde entran apresurados hombres y mujeres. Uno de ellos, de unos treinta años, saca de su mochila un par de zapatos lustrados, se los coloca con lentitud, se para y sale a la pista.
No existe el tiempo, rigen los ciclos musicales, las esperas, los cabeceos para sacar a bailar a la dama y el rasgar de las suelas contra el piso de madera.
Otra mañana en la calle Corrientes con el sonido de la radio del lustrador de zapatos que indica cierta persistencia tanguera en las calles de la ciudad.
¿Milongas?, muchas.
Siempre habrá un lugar para la milonga en una ciudad triste.
ResponderEliminarAfortunadamente. Gracias por pasar, un abrazo
ResponderEliminarEl tango alma
ResponderEliminarBuenos Aires cuerpo y belleza.
Si me dejas quisiera traer mi almohada y mi manta de la infancia y quedarme a dormir, para poder leerte cada vez que prendas la luz y dejes alguna vivencia.
Desde una habitacion en la joven Buenos Aires te dejo un calido beso
Forbidden: Traiga su almohada y quédese, sobre todo si su acompañamiento será a través de tan lindas palabras.
ResponderEliminarmucho gusto, Vir
Es una genialidad esto. Hay una identificación que me cuesta creer. La observación de los pormenores de la ciudad, estar abierto a los detalles, a las miradas, a los gestos es un ejercicio que me es inevitable.
ResponderEliminarTodo eso termina apareciendo (algo disimulado, algo exagerado) en mis cuentos. Pero nunca se me habría ocurrido adoptar un formato tan eficaz, poco pretencioso e impactante como el que decidiste utilizar.
Saludos y volveré a menudo.
Leandro Diego: Muchísimas gracias por tu comentario y mucho gusto. ¿Dónde se pueden leer tus cuentos?
ResponderEliminarsaludos
María, mis cuentos se pueden leer en http://elmozolierario.blogspot.com
ResponderEliminarSerá un gusto que una cronista urbana se de una vuelta por mi modesto barcito.