sábado, 26 de diciembre de 2009

Una esquina, dos historias

La primera



"A despecho de las dificultades
de mi historia, a pesar de las
desazones, de las dudas, de las
desesperaciones, no ceso de afirmar
en mí mismo el amor como un valor"
Fragmentos de un discurso amoroso
de Roland Barthes


En la esquina de Callao y Mitre desplegaba su banquito de madera y se sentaba durante varias horas. El hombre mayor con profundas marcas temporales en el rostro había aparecido repentinamente y los trabajadores de la zona comenzaban a esgrimir varias hipótesis:
Las chicas de Todo Moda pensaban que se trataba de un nuevo vagabundo, recordaban la historia del profesor de matemática que de un día para el otro había abandonado su casa, su familia y su trabajo.
El barrendero decía que era uno de los jubilados que protestaban los miércoles pero que se quizás se había peleado y por eso decidió mudarse de esquina.
El diariero agregaba tintes de policial, con mucha seguridad alertaba a las mujeres de la zona explicándoles que ese señor en apariencia dócil y simpático era en realidad un asesino serial.
Nadie se animaba a hablar con él hasta que un día uno de los pizzeros de La Americana decidió preguntarle qué hacía justo ahí, en medio del ventanal, durante tantas horas. Cuando se acercó el anciano permaneció inmóvil, casi sin percatar su presencia, entonces el pizzero comenzó a observarlo detenidamente y descubrió un anillo en la palma de su mano. Se atrevió a preguntarle y el anciano sin omitir una palabra le señaló la parte superior del ventanal, se trataba de una nueva inscripción que había permanecido oculta durante muchísimos años detrás de un enorme cartel .



La segunda

Ahí está Cuando tenía apenas cinco años la madre le dijo: "Hay que mirar para arriba, mirá, ¿ves?".
Con el tiempo comprendió que no se refería al cielo sino a las fachadas. También descubrió que era Guillermo, antiguo compañero de la facultad de arquitectura, el que les había levantado la mirada. Le fascinaban las molduras, los balcones y las cúpulas, pero en su exilio a España -forzado por la hiperinflación- Guillermo perdería esos fragmentos de ciudad que lo cautivaban.
Ella, que también estuvo a punto de irse después de diciembre del 2001, recibe un SMS:

Fijate la esquina de mitre
y callao. Huellas del pasado
sobre la americana para foto
beso, Susana.





8 comentarios:

  1. Mirá que pasé veces por ahí, y jamás había visto eso!!! No me canso de decirlo: qué buen ojo, querida, qué buen ojo!!!
    felicidades!!!

    ResponderEliminar
  2. ¡Muchas gracias! me ayudó una amiga (la Susana del SMS). Así que ahora tengo otros ojos atentos que me pasan información ;)
    Muchas felicidades para vos también.

    ResponderEliminar
  3. Como toda esquina, está formada de dos historias que se cruzan. Muy linda entrada. Ah, y que bueno es alzar un poco la vista, se ven muchas cosas que pasan desapercibidas al nivel de la calle.

    ResponderEliminar
  4. ¡Gracias S.A.L! y de paso buenos augurios para el 2010.
    saludos

    ResponderEliminar
  5. Rara, como encendida. Muy buena narración. Abierta. Gracias.

    ResponderEliminar
  6. (Sí, comentar en posteos viejos es señal clara de que estoy leyendo todo el coso de un solo saque).

    Anoche leí éste y curiosamente no me pegó tanto. Creo que tenía sueño, porque hoy me encantó.

    Recomendación más para acá: También el centro de Liniers es buen lugar para eso, allá la mitad de arriba es casi toda de otra época. Puntos extra si alguna vez encontraste espontáneamente por ahí el cartel de las viejas Sastrerías Mundial =P

    ResponderEliminar
  7. Me parece muy bien Julián, ¡a seguir leyendo!
    Nunca miro para arriba en Liniers, siempre me cautivan las cosas que pasan al nivel de los ojos y aquí hay algún Post sobre eso.
    Muchas gracias por la sugerencia, ¡pido una pista para llegar al cartel de las Sastrerías!

    ResponderEliminar