miércoles, 7 de octubre de 2009

No se ve…

Un extraño bulto yace en la gélida vereda de Avenida Corrientes, restos de un otoño que se resiste a abandonar la ciudad.

Cubierto con un buzo de algodón permanece con la inconsistencia temporal de lo espectral. El transeúnte pasa pero, aparentemente, no lo percibe, sigue de largo, quizás forme parte de su “fuera de campo”, está ahí sin verlo, ¿acaso le teme?

Los zombies no invaden la ciudad ni se trata de una película de fantasmas, esa extraña presencia es un hombre que vive y duerme en la calle.

Alguien le tiende la mano, lo despierta, pero no para que se retire, sino para ofrecerle un café caliente y unas medialunas en un bar. Se sientan, hablan, se cuentan sus formas de vida. Por primera vez se encuentran, por unos instantes la indolencia y la omisión se desdibujan. Y todo esto, como lo otro, no puede sino formar parte de otro género ficticio porque todos los que pasan también sobreviven a fuerza de un voluntario enceguecimiento.


2 comentarios:

  1. y lentamente, nos vamos endureciendo, formando callos, volviéndonos ciegos.
    por suerte, hay un ojo atento por la ciudad, para que lo notemos!

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  2. "por unos instantes la indolencia y la omisión..." ese breve lapso debe haber sido único para quien sólo tiene unas baldosas, ¿cómo se podrá sobrellevar el tiempo restante?

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