Estás
ahí. Hacés todos los días el mismo recorrido. Conocés cada vereda a
la perfección, sabés de huecos, mosaicos flojos y pozos donde se junta agua. Los
esquivás y seguís. Aca estoy.
Reconozco
tu apuro, intuyo que llegás tarde al trabajo, que se te va el colectivo. Pero
qué cara de dormido, hasta creo que tenés lagañas en los ojos, se ve que te
levantás y salís corriendo ¿ni un mate che? Que rico el mate calentito con
tostadas, yo prefiero de manteca y azúcar porque me hacen acordar cuando era
chico. Acá estoy.
El
humo de tu pucho me atrapa. Tengo unas ganas de pedirte uno, quiero volver a
fumar pero no creas que me cuido, nada de eso, ¡es que no tengo un mango! Acá estoy.
Me
parece que estás medio triste ¿Será que te quedaste sin laburo? Porque pasás
cada vez menos y con el diario en la mano. Yo tampoco tengo laburo, hace ya
cinco años, vivo acá, este cartón es mi techo y me tapo con lo que tiran los
vecinos: telas, alguna sábana y con suerte alguna campera. Acá estoy.
Te veo
mejor, como más alegre, ¿ya tenés nuevo laburo? ¿ojalá che? Acá estoy.
Hoy
pasaste con una bolsa, creo que eran manzanas, me pareció sentir el olor, que
rico. ¿Sabés hace cuánto que no como una? ¡Ni yo me acuerdo! Jeje. Estoy
cansado de comer verduras podridas, las que tira el verdulero de la esquina, a
dos cuadras de tu casa. Acá estoy.
Pero
qué linda mina te conseguiste, tiene unos ojazos, ¿celestes no? Y un pelo
largo, tan largo, me lo imagino cubriéndome todas las noches cuando me agarra
ese frío horrible, siento que se me congela el cuerpo entero. Acá estoy.
¿Para
cuándo el pibe? No te das una idea las ganas que me dan a mí de tener uno, un
pibito, lindo, alegre, que juegue al fútbol y que me haga reír. Los nenes
tienen algo más ¿viste? No sé que es, pero te ponen feliz. Pero ni mina tengo,
¿podés creer? ¡Con esta pinta! Jajaja. Acá
estoy.
¿Ese camión
lleno de cosas es tuyo? ¿Te vas? ¿A dónde? ¿Por qué? Contáme, dale. ¿A qué
barrio te vas? Un gusto conocerte che, te
voy a extrañar.
Botellero
de Barracas. 1991. Foto de Eduardo Grossman
Vir, es hermoso, te lo voy a recordar siempre, sobre todo cuando estás triste y me decis que queres cambiar de laburo, te voy a decir: mirá lo que escribiste!!! Fuiste vos!!!
ResponderEliminar¡Muchas gracias! El sentimiento es generalizado, mi compañero me dijo el jueves: "ya no aguanto más estar acá". Fue precisamente ese jueves que salí a la calle con unas manazanas muy ricas y pasé delante de una familia que vive en un rincón (un espacio ínfimo, como cubículo hacia adentro de la vereda) ubicado al lado del depósito de la confitería La Americana. Sentí ganas de dejarles las manzanas pero no lo hice ¿por qué? Paso todos los días, los veo ahí a la mamá, el papá y el pequeño hijo. Voy a volver a pasar, esta vez sin esa enorme indolencia que tuve.
EliminarAyer vi la foto de Eduardo Grossman, una entre tantas que me encantaron, y se me ocurrió cambiar la mirada, descentralizarla.
Copio tu comentario de Facebook que también aporta al post: "Una crónica que hace oír las voces que se guardan para no llorar, la finura de un diálogo imaginario pero a la vez tan real. Un exquisito contrapunto entre vagabundo y transeúnte".
Abrazo grande amiga
la verdad que el comentario de facebook era digno de ser trasladado.
ResponderEliminarpoder reflejar en letras la mirada del otro, que no deja sin embargo de ser la propia... Nos aproxima.
la americana, y van! para mí Vir debería crear un libro de bares, tengo uno montevideano que me permitió recorrer los del paisito. Piénselo, cherie.
Rochitas: Así es, nos aproxima pero a la vez nos distancia. Lamentablemente siento que hay como un espacio inexorable difícil de reconstruir.
ResponderEliminarTengo muchas ganas de escribir un libro de bares, me falta tiempo, me sobran ganas. Algún día quizás lo pueda llevar a cabo, ojalá. Qué bueno lo del tuyo, ¡me encantaría leerlo!
Muchas gracias por pasar, un abrazo.