domingo, 27 de septiembre de 2015

Las horas



Chyou espanta palomas. Desconoce el ritmo que le imponen colectivos y autos a la avenida, para Chyou el mundo se reduce a la fuente, el pasto, algunos nenes y las palomas.

Cuando llegó a la Argentina, una de las primeras palabras que aprendió fue Rivadavia. Aprendió muchas más que con el tiempo se le fueron escapando. Palabras, mundos, gente, todo se le iba imperceptiblemente. Chyou no se resistía, seguía el ritmo desacelerado de los días. Esos días que se acumulaban en una especie de engrudo inconcluso en el que se destacaba la plaza.

Los sábados a veces hay feria de las naciones con puestos, inflables, música, gente y comida. Chyou, sin embargo, prefiere los días apacibles de fútbol, los silencios intermitentes y el ritmo de termos y mates.

A veces Chyou espanta palomas. Es un momento breve pero extremadamente intenso. Chyou despliega la totalidad de sus fuerzas en accionar el botón, el dedo lo oprime suavemente y la silla se impulsa y avanza. Avanza despacio pero Chyou siente en ella la eternidad. Cuando las palomas vuelan Chyou las observa, se pierde entre cielo, alas, verdor. Y cuando cree haberlo logrado, cuando siente que es suyo el instante, la enfermera agarra la silla y cariñosamente le dice que ya es hora de volver, que se hizo tarde. Chyou muere una vez más.


Poema de Miguel Ángel Bustos


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