domingo, 19 de julio de 2015

Paura, poesía

Podría empezar diciendo:
La poeta boliviana Paura Rodríguez Leytón visitó Buenos Aires por el VII Festival Latinoamericano de Poesía en el Centro

Prefiero decir que Paura se hizo ciudad. La ciudad que atravesó con Cortázar y que sintió en Pizarnik. Esa misma que ella denominó cruel y que estuvo a punto de devorarla entre subtes nuevos que le resultaban desconocidos.

A mí, lectora de su obra, se me ocurrió llevarla a El Tortoni. Quería, sin embargo, que conociera Los Galgos... La crueldad. Aparecieron el espacio en blanco, sus libros y la influencia de su padre. El dador de poesía, creador de mundos. Pequeña Paura. 





Debería hablar de intensidades. Unos pocos días. Tantas lecturas. Nos fuimos corriendo a la Biblioteca Nacional de Maestros para que pudiera ver la biblioteca de Alejandra Pizarnik. Buscamos unos libros, los que recordaba haber visto: Octavio Paz, Haikus, Katherine Mansfield. Y ahí Paura recobró el tiempo, su tiempo, para acercarse/ser/sentir Alejandra.

Mientras, yo seguía atada la rutina. Paura leía. Recuerdo sus dedos recorriendo las hojas, preguntándose por los colores, las marcas. Paura seguía inmersa. Intenté capturar algunos momentos. Algo, sin embargo, se escapaba. Ellas. Las poetas. 



La escucho a Paura leyendo. Son muchas las voces. Recuerdo un poema suyo del libro Pez de piedra:

          Persiste el zumbido
          en el que caigo
          buscando la palabra
                                           silencio,
         que luego
                  me asusta.



Y se me mezclan los recuerdos porque recién hoy, varias semanas después, escribo. Sé que mucho se me perdió y que me va a asaltar por momentos recordándome que la conocí. El sabor a chocolate con pistacho.

La escuché hablar de la poesía. Ritmo interior de los poemas. PAUSAS. SILENCIOS. TONALIDADES.

Hubo un día en el que visitamos el jardín botánico. Todo renace con ojos de poeta. Lo desconocido. Recuerdo que al ver una estatua me dijo que le transmitía frío, las expresiones de los rostros. Cuando nos acercamos la placa especificaba "Los primeros fríos". 



Días después, al frío se le sumó la lluvia. Subimos a la línea D rumbo a la Casa del Bicentenario. Con esa lluvia de ciudad que tanto conocemos, los dos. Adentro el festival estaba concluyendo. La abrazamos, nos despedimos. Volvimos a sentir el sabor a chocolate. Los encuentros de ciudad. Y el tiempo, otro, elástico. 

Recordé cuando nos conocimos en el hotel, mi bufanda enorme que se iba desenredando. Recordé la caminata por Avenida de Mayo. Todo eso y más, recordé. Al resto, la poesía.


1 comentario:

  1. Hermosa narración Virginia, me alegra que hayas mencionado la poesía, los silencios, las sensaciones y que vuelvas a escribir.
    Hiciste mención al tiempo, que fue completamente relativo para vos, en este caso: elástico!
    Muy bellas imágenes, celebro por vos!

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