sábado, 12 de enero de 2013

Ese día


Y era el último días de los vagones La Brugeoise. Los mismos vagones de siempre, de antes, iluminados por flashes. Hay que viajar en el primer vagón, hay que mirar por la ventanilla, hay que sacar fotos, muchas fotos porque son las últimas y es el último viaje y no los vamos a ver más, nunca. Y la experiencia se acota a uno o dos viajes, el ojo se acomoda a la lente y el límite de los vagones debe necesariamente traducirse en algo nostálgico y conmovedor.


Los turistas ocasionales, los que casi nunca viajaron en esos coches, los que viajaban siempre para ir al trabajo, los que nunca los conocieron, todos, necesitan vivir esa última experiencia pagando la módica suma de 2,50. 
Pero un día, unas horas, no alcanzan. La experiencia en esos vagones se constituyó previamente en despedidas no reconocidas, recorridos obligados y viajes imprevistos.

Ahí está el nene que sube en la estación Primera Junta para dar la estampita y pedir una moneda, una colaboración, algo. Sus brazos conocen a la perfección el movimiento de apertura de puertas, lo optimizan para reducir unos segundos que con la ayuda del guarda permiten el cambio de vagón. Y ese pasaje incluye un salto cuando el tren aún no frenó definitivamente para disfrutar de la velocidad que le da a los pies un movimiento rápido, un vuelo rasante. También están las charlas interminables con los otros vendedores y los empleados del subte que le imprimen a su infancia crecimientos repentinos. Pero hoy no es su día, hoy es el día de la despedida, el más importante de todos. 

En Plaza de Mayo la señora y el señor hablan por las cámaras de televisión, cuentan que los van a extrañar, que son tan lindos, que ya se sacaron las fotos. A su lado pasa el guarda con una mujer que lo persigue, le pidió que le sacara una foto en el vagón y charlaron, charlaron tanto, todas las estaciones y ahora que él bajó ella lo sigue. Quizás hasta se anime a pedirle el teléfono. 
El nene sigue en Primera Junta, a su alrededor varios cables, algunos periodistas. Hoy no trabajó, no pudo, tampoco mañana ni pasado. 






4 comentarios:

  1. Que triste la espectacularización del recuerdo, no? Le quita la magia, le borra el amarrillo mortecino que nos acompañó en cada viaje... las luces de los flashes encandilan... Pero pasarán, como pasaron tantas cosas... y sólo algunos Funes tendremos la suerte de recordar la vida y la experiencia. Gracias Vir! Suhofenix

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    1. Perfecta definición amiga Suhofenix, eso es exactamente lo que quería mostrar. Gracias a vos por leerme, por impulsar estas crónicas y por enriquecerlas con tus comentarios.

      Un abrazo

      PD: Algunas cosas pasan y otras vuelven como tu querido Gasómetro ;-)

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  2. Justo ahora que pensaba ir a vivir sola a Capital, se les ocurre cambiar los vagones por unos más nuevos! :(

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  3. Uh Cecilia que macana pero bueno, Capital siempre tiene una sorpresa para regalarnos... En mi caso me vino bárbaro la apertura de la estación Puan cuando estudiaba igual solo la aproveché poquito tiempo antes era caminar y llegar corriendo a la facultad.

    Saludos y gracias por pasar

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