El
clima perseveraba en humedad. Ni bien salió pensó que sus planes se verían afectados
por un fuerte temporal que mantenía a la gente refugiada. Pensó en la otra
ciudad, la de sol, las tardes de verano, esa ciudad que era considerada como ideal para
la caminata. Esta, en cambio, era prácticamente invisible. ¿Qué hago? Se preguntó. La respuesta
planteaba otra pregunta acerca de los paisajes que se podían transitar y aquellos que requerían un alejamiento repentino en el medio de transporte público más
cercano: colectivo o subte.
Las imágenes se alternaban en una especie de
montaje paralelo: la 9 de Julio transparente, la 9 de Julio llena de charcos,
los semáforos apenas visibles, el auto pasando en rojo con un color brillante y
límpido.
Uno,
dos, tres pasos y ya estaba en medio del diluvio. A medida que avanzaba observaba todo en detalle y reafirmaba la idea de que ese era el día para el encuentro.
Las botas de lluvia comenzaron a inundarse y el pantalón se le fue adhiriendo. El agua se escurría por su cuerpo y ella intentaba en vano impedir la corriente con el paraguas. A su lado la gente iba hacia las vidrieras
o esperaba cualquier colectivo, el primero que llegara. Estar a salvo. Ella no pensaba en refugiarse, primaba la necesidad de llegar. Hacer suyo al paisaje, fundirse en él.
Llegó. La
bibliotecaria la recibió con una
familiaridad maternal y antes de posibilitar el primer encuentro le preguntó
quién era Alejandra Pizarnik. La pregunta se amplificaba en la lejana visualización de
la biblioteca. Su intención era
efectivamente intentar crear nuevos interrogantes a partir de esa pregunta,
buscar en las lecturas a una Pizarnik hasta ahora desconocida que avanzaría con lápices y marcadores. Cada obra una
nueva obra, cada línea, cada color. Lo que no esperaba era esa
interpelación, un señalamiento directo a sí misma:
Afuera es de noche y llueve tanto,
(…)
hoy tu palabra es como un manto,
Pensó: "Alejandra nombrándome. Yo sintiéndome tan cerca de ella. Vivificadas."
Decidió abrir un nuevo ejemplar de Octavio Paz. A medida que avanzaba en la lectura descubrió algo que luchaba por salir a fuerza de nueva tinta. Releyó únicamente los subrayados,
notó que había ciertas palabras que desaparecían creando la significación del espacio en blanco. Nuevos poemas Alejandra reescribe:
En esta metamorfosis constante de escrituras, su propia historia. Una joven que lee en una biblioteca se encuentra con Alejandra Pizarnik, los colores de un nuevo día se filtran por la ventana.
¿Afuera llovizna? El pantalón está casi seco.
Tenía que atravesar el temporal, tenía que redescubrir una Buenos Aires ahogada. Y pasar a través de una última cita porque ya era hora de emprender el regreso:
llévame al otro lado de esta noche,
adonde yo soy tú somos nosotros,
al reino de los pronombres enlazados
***
*Aclaración:
Las biblioteca personal de Alejandra Pizarnik se encuentra en la BibliotecaNacional de Maestros. Las obras mencionadas en este post son: Tangos
(letras de tangos compiladas por Idea Vilariño) y Libertad bajo palabra: obra
poética : 1935-1958 de Octavio Paz.
Lo que se dice una escritora hecha a medida de la lectora.
ResponderEliminarTodos leyéndonos.
EliminarGracias por pasar, un abrazo.
me encantó, Vir. Qué más decirte. Hasta me han venido ganas de lluvia, y comunión de letras.
ResponderEliminar¡Gracias Rochitas! Se viene se viene la lluvia, ya está llegando.
EliminarSaludos
Hace un tiempo, hice un post dedicado a Alejandra. Había comprado una edición con su poesía completa, lo inevitablemente me llenó de su influjo. Tristeza, agobio. Buenos poemas, buenos versos.
ResponderEliminarMuchas gracias por pasar. Así es, Alejandra nos invade, nos interpela y nos reconstruye. Saludos
Eliminar