viernes, 29 de julio de 2011

Siguen llegando


Banda de sonido
"Veo cucarachas
Veo cucarachas en la pared
Veo cucarachas
Veo cucarachas en la pared"

Triciclos Clos
http://tinyurl.com/42yc3fw


Obra de Juan y Diego:


En la oficina las cucarachas ocupan progresivamente mayores espacios, primero fueron las hornallas desde donde aparecían una tras otra. Una vez encontré una pequeña incinerada, salía justo cuando me apresuraba a calentar la pava para tomar un té. Entre la mesada de la cocina y la pared aparecieron las primeras cucarachas bebés, casi diminutas. También parece que los puntitos negros de la pared son huevos.

Precisamente, las cucarachas aparecen mencionadas en varias obras de Clarice Lispector. En una crónica de Descubrimientos la experiencia del asesinato se convierte en un suceso perturbador que termina con un ejercicio de lenguaje como táctica de encubrimiento: "Esta casa fue desinfectada". Mientras la palabra asesinato abunda a lo largo del relato desinfección sirve de paliativo.

Lo mismo sucede en su cuento para chicos La mujer que mató a los peces donde un olvido alimenticio termina con la vida de lindos peces de colores. El cuento es un ejercicio que realiza la narradora (también llamada Clarice) como pedido de disculpas para lograr superar el hecho traumático. Y allí se mencionan las cucarachas, las que invaden su casa comiendo la ropa, destruyendo todo, con estos sucesos la protagonista decide llamar a un fumigador.

En medio de la realidad cotidiana nos repugnan estos bichos y los matamos con rapidez y efectividad. Seguimos con nuestra rutina, limpiamos la cuchara sucia por las dudas y nos tomamos el té, higiénicos. Pero para Clarice ningún hecho es menor, encuentra la inspiración de lo no visto y los olvidos voluntarios como supervivencia. Clarice advierte los asesinatos cotidianos y las muchas pequeñas muertes. Su existencia, su propia vida también está constituida por la pérdida.

Tengo que leer La pasión según G.H. y ya sé, me sobran cucarachas pero me falta talento. Solo pienso en matarlas.

jueves, 28 de julio de 2011

Vacaciones de invierno

Una nena se estira para alcanzar un papelito que está en la parada del colectivo sobre Callao, le llama la atención la marca de lápiz labial de un beso y pregunta: "Mamá, ¿qué dice?" la madre sigue caminando.

Llegando a Corrientes una mujer mayor saca esos mismo papeles con insistencia:

Masajes y...

VIP

Por la mañana se los puede observar con los papeles y voligoma en mano pegándolos en las persianas de los negocios, las cabinas de teléfono y las paradas de colectivo.




Más allá de la imagen encantadora a la que remite el pegamento, los papelitos van minando las calles. ¿Y las historias de vida de esas chicas?

Mamá llegará a casa y preparará la comida, la hija mirará dibujos animados. El resto será olvido.

Alejandra Pizarnik, Boleto objetivo


miércoles, 20 de julio de 2011

La que se fue no fui yo


Después de la operación empezaron progresivamente los olvidos. Ya en terapia intensiva y con la cicatriz que le surcaba el pecho las cosas se le escapaban, el entorno, el abuelo, la sala.

El mundo se fue reduciendo al terror, a la sensación de que todo se desvanece. No sirve la metáfora usual del agua que se escurre entre las manos, acá ni el agua es agua ni las manos son manos. Está en otro lugar que nadie logra entender.

Las cosas resultan un tanto inaccesibles y después del hola abuela cómo estás intenta en vano explicarme que cocinó, o comió, o hizo algo, "pero no sé, que tonta estoy, no me acuerdo". Inventamos algo, no importa, cualquier cosa. Quisiera decirle que me acuerdo del licuado de banana de los veranos, de la torta esa rica que hacía, la otra vez vi una foto en la web y me acordé. Ella no se acuerda.

¿Y si perdiera progresivamente la percepción de esta ciudad? Pero aún en la red de recuerdos olvidables no quiero borrarme ni uno solo. Resulta casi insoportable pensar en la pérdida, la deriva anticipada, intempestiva. Y sin embargo Buenos Aires también se construye con pérdidas, momentos memorables que alguien dejó alguna vez, en algún lugar, quién sabe dónde...


jueves, 7 de julio de 2011

Descubrimos


Va corriendo al teatro Presidente Alvear, los jueves está la Orquesta del Tango de Buenos Aires dirigida por Juan Carlos Cuacci, Raúl Garello y Néstor Marconi. Va rápido, dispuesta a disfrutar de esos pocos minutos de almuerzo. Llega pero le dicen que están en el Regio y le sugieren que vaya al teatro San Martín.

Va como triste, con el recuerdo del Libertango de la otra vez recorriéndola en una intersección atemporal. Siempre lo escucha por primera vez, se vuelven a descubrir y tiene la sensación de estar recibiendo y perdiendo al mismo tiempo la ciudad entera. Un mecanismo de búsqueda, Piazzolla intentando capturar, ritmo de acoples y fugas.

En el San Martín hay música al mediodía, clásica, jazz, de todos los estilos. Disfruta, una o dos canciones, ya se cumplieron los rigurosos veinticinco minutos pero los ve, la atrapan. Sobre los pies de él el cuerpo de ella se desplaza, suave, gira, se levanta, baja, brazos arriba y cabeza hacia abajo. El aire se desliza para sostenerla, disfruta. En perfecto equilibrio logra divisar a la muda espectadora y sigue en movimiento. Diez minutos unidos, sintiéndose en un profundo acto de comunicación, en comunión con todos y en todo lugar. Recién la libera cuando ella posa sus pies en el piso y se levanta. Se levanta con la intención de irse rápido pero se detiene y mirándolos aplaude silenciosa, con los pies sobre la alfombra.


Vas a ver



estoy



un instante para que sepas



respirá



sentí




en el ocaso de las horas


resisten



lunes, 4 de julio de 2011

Bienvenidos

1.

Desde las ventanilla los vi, ellos dos, solitos de la mano.
Liniers, llegando a la estación, por Rivadavia.
Era un pasaje con casas antiguas, ellos salían, creo que salían. El colectivo pasó rápido, otorgándome una mirada panorámica que se fundía con los locales comerciales, botas y zapatos de oferta. Ellos se escurrieron hasta al fondo y se animaron a quererse. Esa noche la vecina de ochenta años levantó despacio la persiana y los vio, las encías le dolían y con un dedo las recorría con insistencia, la sangre la asqueaba. Pero se quedó paradita contemplándolos, el tiempo no le atacaba las articulaciones porque miraba y miraba.
Cuando lo conocí al Tito yo era más chica, tendría unos once años o doce, sí, quizás doce. El pueblito quedaba en la montaña, él se enamoró de mis piernas, yo tenía unas piernas hermosas, en esa época andábamos con pollera, siempre, las mujeres de pollera. Un día él me saludó y así fuimos hablando, de ahí no nos separamos más, cuánto lo quería yo, hasta que se me fue, se quedó durito mirando la tele, culpa del partido.
El pasaje se impuso, persistió hasta ahora con el sol del mediodía y la gente que avanza hasta llegar al banco. Me persigue.


2.

Les gusta deambular por San Telmo, perderse un poco en las calles, ir y venir, meterse en algún anticuario, descubrir el collar más hermoso que jamás haya visto y jamás podrá comprar. Hasta ahí, refrenar las ganas de entrar, el límite se impone tímido, dejando un espacio para que se tienten, avancen y descubran que





Volver a escuchar al maestro: http://tinyurl.com/6j2bevu