Un abuelo y su nieto meriendan en Puerto Madero, apenas hablan. El abuelo abre un sobre, lee unas boletas y finalmente el nieto le comenta que necesita comprar algo, pero que todavía le falta algo de dinero. Del silencio a la verborragia, el abuelo pregunta acerca del objeto y le dice que quizás le pueda prestar algo. Unos minutos más tarde el abuelo saca varios dólares de su bolsillo y se los da.
La mirada atenta de un joven asusta al hombre, en un instante fugaz se resquebraja esa situación cotidiana dentro del barrio porteño más seguro de todos. Teme por su dinero, tiene razón en temer.
El joven piensa en sus abuelos, recuerda cuando tenía ganas de que le compren un juguete pero fingía que no le gustaba para que no gasten. La voz de su madre volvía a la memoria constantemente reprimiendo su deseo "con lo que ganan de jubilación los abuelos apenas llegan a fin de mes, ojo vos, si querés algo me lo pedís a mí ¿entendiste?".