lunes, 30 de agosto de 2010

Infancias


Un abuelo y su nieto meriendan en Puerto Madero, apenas hablan. El abuelo abre un sobre, lee unas boletas y finalmente el nieto le comenta que necesita comprar algo, pero que todavía le falta algo de dinero. Del silencio a la verborragia, el abuelo pregunta acerca del objeto y le dice que quizás le pueda prestar algo. Unos minutos más tarde el abuelo saca varios dólares de su bolsillo y se los da.

La mirada atenta de un joven asusta al hombre, en un instante fugaz se resquebraja esa situación cotidiana dentro del barrio porteño más seguro de todos. Teme por su dinero, tiene razón en temer.

El joven piensa en sus abuelos, recuerda cuando tenía ganas de que le compren un juguete pero fingía que no le gustaba para que no gasten. La voz de su madre volvía a la memoria constantemente reprimiendo su deseo "con lo que ganan de jubilación los abuelos apenas llegan a fin de mes, ojo vos, si querés algo me lo pedís a mí ¿entendiste?".

martes, 24 de agosto de 2010

Hoy


"Esta ciudad no se si existe, si es así...
¡O algún poeta la ha inventado para mí!
Es como una mujer, profética y fatal
¡pidiendo el sacrificio hasta el final!
Pero también tiene otra voz, tiene otra piel;
y el gesto abierto de la mesa de café...
El sentimiento en flor, la mano fraternal
y el rostro del amor en cada umbral."

Tango Siempre se vuelve a Buenos Aires
letra de Eladia Blázquez




Se vuelve al tango, con el pretexto de un festival, después de tanto tiempo, se vuelve. Pero alguien vuelve, alguien que en su infancia empezó a percibir que en la voz de Julio Sosa con Cambalache había algo que la cautivaba.

En la adolescencia apareció Piazzolla y un video para una materia del secundario con imágenes en VHS de la ciudad, del riachuelo repleto de camalotes, de la bruma, la llovizna. Empezaba a descubrir Buenos Aires a través del tango, primero la banda de sonido, después las imágenes.


Muchos años después ese alguien se encontraría con una pregunta ¿Qué es la poesía? y encontraría una posible respuesta escuchando a la Camerata Argentina de Pablo Agri con la participación de Juan Carlos Cuacci y Susana Rinaldi.
¿Será esa voz que emociona? ¿será el retorno al tango? ¿por qué la ciudad? No lo sabe, no hay certeza posible, pero sí la sensación de escuchar de a dos y así empezar a sentir que el tango la nombra, lo nombra y los nombra...


sábado, 14 de agosto de 2010

El circo

Para llegar a Capital con ese colectivo hay que atravesar el barrio de Ciudadela, no hay otra alternativa. En un principio los habitantes de otros barrios se resistieron ya que el cambio de recorrido de la línea implicaba una demora en el viaje. Pero hay algo que fue paulatinamente cautivando a los viajantes, una especie de transición traumática de la provincia a la ciudad. Una de las principales causas era la salida del sol, la posibilidad de ver el amanecer colándose por las calles, transformando minuto a minuto la visión.

Hay un lugar particular en la plaza de Ciudadela que da cuenta del mencionado fenómeno. Emplazadas al lado de la autopista del oeste aparecen dos carpas recortadas por las ramas de los árboles y los reflejos del sol. Mientras que en la ciudad los edificios obstaculizan el paso de la luz y están dotados de una permanencia casi absoluta, el circo con sus reducidas dimensiones muestra el vértigo de lo perecedero.



domingo, 8 de agosto de 2010

Mini crónica

Una amiga que se va a Estados Unidos y otra que le cuenta sobre la ciudad, así cuando vuelve puede leer esas impresiones instantáneas, pasajeras, que retiene esta ventana:

Verónica (Desconectado)

Virginia dijo (12:47 p.m.):
. Jueves, 5 de Agosto, 12:46 mini crónica de la ciudad
(porque usted seguro andará extrañando este fresquete)
. Hace menos frío pero unos chubascos abruptos atacan a
los peatones. Algunos corren en busca de la adquisición de
un nuevo paraguas, en vano, lluvias que van y vienen.
Virginia dijo (12:52 p.m.):
. Una pareja en el subte, discuten por un IPHONE, que es
caro, barato, "¿Para qué sirve?" Ella se baja en Pasco y un
hombre que subió en Miserere nota que hay un paraguas
tirado en el piso, "¿De quién es?", pregunta mirando a la
chica que queda en el andén y dice señalando "De él, de
él, gracias" y el tren se va pero deja el paraguas.
Virginia dijo (12:54 p.m.):
. Desde la oficina nota una claridad inusual para el día que
tenía guardado en mis ojos. La pared delante de la que
me encuentro y la PC parecen más brillantes. Dicen que
salió el sol, yo no lo veo.



lunes, 2 de agosto de 2010

De pelos



La calle Rodríguez Peña entre Rivadavia y Lavalle tiene una gran cantidad de peluquerías. En una de ellas hay mujeres llenas de ruleros y redecillas en el pelo. Algunos transeúntes las miran y en ese ir y venir instantáneo entre ruleros, pelos como pelucas y mobiliario antiguo, creen estar retrocediendo unos cuarenta años. Son mujeres de otro tiempo que siempre estuvieron ahí, como los viejos secadores en tonos metálicos.
Una joven quiere ir a cortarse el pelo pero teme entrar en esa peluquería, si entra siente que no va a salir nunca más. Pregunta precios, entra y sale de todos los locales pero, agotada, decide volver a su barrio. Toma el tren Sarmiento y un hombre al agarrarse de la manija del asiento oprime casi la totalidad de la cabellera, ella intenta mover la cabeza pero no puede, hace señas y el hombre finalmente la libera. Lo sabe, ese pelo se ha vuelto peligroso en los medios de transporte. La semana anterior los cabellos habían quedado atrapados entre los cuerpos de varios pasajeros, su cuerpo por un lado, la cabellera atrapada por el otro. “Ya no más” se dijo, cuando bajara del tren tendría que encontrar una peluquería.
Camina por la calle paralela a Rivadavia, la misma Rivadavia de Capital Federal pero otra Rivadavia. Llega hasta un pequeño local y al mirar para adentro nota que hay una mujer pintando un cuadro. Se anima a entrar pero, temiendo interrumpirla, le dice en voz baja si le podía cortar el pelo, la mujer termina de dar las pinceladas y le responde que sí, que no hay problema. Cuando se sienta para que comience a realizar el corte nota que al mirar el espejo aparecían una gran cantidad de cuadros, ¿se había equivocado de lugar? En la contemplación deja de observarse a sí misma y a la peluquera, cuando se levanta tiene pelo más corto pero unas ganas inmensas de permanecer allí observando las obras. Nunca había contemplado ninguna obra así, esta vez fue el ritmo del corte el que impuso su propia temporalidad y la llenó de ruleros y redecillas…