viernes, 17 de julio de 2009

Vínculos




Ya se ha dicho que una de las características de la ciudad moderna es el anonimato, pero... ¿Qué pasa con el que vive en el barrio cuando llega a la ciudad?
Se pasea por las calles y saluda al verdulero, hijo del que le vendía a sus abuelos. Sigue su camino y ve a un antiguo compañero del colegio primario. Llega a su casa con la certeza de que el pasado ha quedado marcado, y no sólo en los espacios en los que habitualmente transita. Él también es esa otra gente, es él junto muchos otros.
A la mañana saluda al colectivero: "Buen día" y sigue camino hacia la ciudad. Se ha cruzado con varios pasajeros durante meses, a la misma hora, en el mismo subte, ellos son su presente, su cotidianidad y no se saludan.

2 comentarios:

  1. Cuando uno sostiene cierta rutina y un lugar de residencia fijo (lo que no me ha pasado demasiado), comienza a cruzarse con ciertas personas en el transporte. Llega un punto en el que es incómodo no saludarlas. Basta un gesto mudo (una mueca o una caída de cabeza). Claro que se puede fracasar y ese fracaso es, quizá, más incómodo que el no saludo. El otro puede no darse por aludido, mirar hacia otro lado, bajar la vista, y bloquear en ese punto todo contacto, ya no habrá palabras, ni otro grado de conocimiento.

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  2. Si tenés razón, pero en general, a pesar de ese mutuo conocimiento, el saludo nunca se efectiviza. Quizás esa sea una diferencia con los barrios o los edificios en donde la comunicación siempre pareciera ser más viable ¿Porqué será?

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