A las seis de la tarde comienza el operativo retorno. Todos apuran el paso para llegar lo antes posible a casa.
Juan se aproxima al ascensor del trabajo y espera.
Aparece un abogado con su elegante traje y Juan piensa en todo lo que falta: subte, tren Sarmiento, colectivo. Llega el ascensor pero cuando las puertas se abren ve que no hay más lugar, intenta subirse, corre su mochila, se lanza hacia adelante hasta que una mujer con toda la seriedad e indignación le grita:
-No hay más lugar, ¿No te das cuenta?-
Juan se adelanta de todos modos activando el mecanismo de apertura automática de puertas. La mujer vuelve a enojarse:
-NO-HAY-MAS-LUGAR, NO-ENTRAMOS, NO-ENTRAMOS-
La puerta se cierra y Juan le dice al abogado que sigue imperturbable a su lado:
-En el subte hubiera entrado, ¿Por qué acá no?-
En algunas ocasiones esperé ascensores en PB que ya venían con fulanos que se habían subido, pongamos que en el tercero, y que iban, pongamos también, al séptimo. Entonces, lógicamente, no se bajaron al llegar a PB e impidieron, por lo tanto, que suba un número igual al de la capacidad de la cabina. Algunas veces me tocó ser el cuarto de esa fila y, tras haber calculado que entraba en el primer viaje, tuve que esperar una nueva ronda por culpa del colado. Me hubiera gustado estar con Juan para, yo de traje y él con mochila, bajar de prepo al avivado.
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