martes, 20 de marzo de 2012

Mi papá

Con la cabeza inclinada hacia arriba observaba el líquido bajando por el suero. Gota tras gota. Tenía dos pacientes al lado, una pelada con cara de amarga que estaba dele que te dele con el celular y un tipo desagradable que vomitaba ni bien veía venir al enfermero. Todos muertos pensó, estamos todos medio muertos esperando que las drogas ingresen en nuestro cuerpo, recibiendo dosis de muerte anticipada.

Detestaba la quietud, las esperas interminables. Laboratorio, médicos y hospital conformaban su rutina. Algo lo remontó varios años atrás cuando jugaba en las inferiores de Ferro. Se vio gambetando, sintió el sudor frío después de los noventa minutos y el dolor en las articulaciones, un dolor dulce que le recordaba las jugadas del partido. Algo ¿qué era ese algo que lo llevó al pasado? El mínimo atisbo de respuesta lo reintegraría al consultorio, a la sesión de quimioterapia, a la vieja amarga, al tipo desagradable. Todos muertos menos él que se escapaba. Y pensó en el hijo de puta del muñeco Madurga que casi lo lesionó una vez. No podía aguantar afuera de la cancha, necesitaba de la adrenalina. Y era otra época, no como ahora que está eso de las botineras. Él la conoció a Elbita en la panadería del barrio, en realidad eran vecinos de toda la vida pero por culpa de unas facturas empezaron a hablar y después vino el casamiento, los hijos. Elba no lo acompañaba a las sesiones, no la quería cerca, no quería que lo vea débil, pero ahora estaba joven y fuerte, disfrutando de ese odio recuperado por Madurga. Se rió sintiéndose tonto por pensar que "lo debería haber agarrado a trompadas y que me saquen la roja". La enfermera le dio una palmadita y le dijo que ya era hora de irse, que tenían que cerrar.

Caminó despacio por Callao, miraba las luces difuminadas de los autos con un efecto lumínico extraño y pensó que ni borracho había tenido una experiencia de ese tipo. Los ojos le ardían y cada vez le costaba más enfocar, pero el efecto no le impidió llegar hasta el departamento. Al entrar todo estaba en silencio, podía sentir la presencia de Elba en algún rincón de la casa, probablemente estaba mirando la tele en la habitación. Algo le llamó la atención, un paquete rojo con un moño y un cartelito: tío Carlos. Agarró el paquete, lo abrió y vio un libro con una dedicatoria de los sobrinos para que se mejore y ahí el sentimiento de jugador indestructible se le fue al carajo. Los pasos de Elba anticiparon su presencia así que trato de disimular su bronca. Elba le dijo que los chicos habían pasado a la tarde y que querían verlo, que le deseaban que esté bien pronto así preparaban un asadito para toda la familia en la quinta.



Fue ese mismo libro el que compró Alexis en el Parque Rivadavia, dos jóvenes andaban con una bolsa ofreciéndolos por los puestos pero nadie los quería. "El último confín de la tierra" de Lucas Bridges repitió Alexis mentalmente creyendo haberlo visto y les pidió a los chicos que le mostraran los libros. Efectivamente, el libro de Bridges que tanto quería y una dedicatoria un tanto particular que provocó que les dijera en forma burlona: "Pobre tío Carlos". Uno de los chicos respondió que era el papá y que habían heredado una enorme biblioteca y no sabían qué hacer con tantos libros. Alexis les pagó unos pesos, se llevó su flamante nuevo ejemplar y empezó a leer frenéticamente la dedicatoria tratando de dilucidar la vida de tío-papá Carlos. El pasado que le confería era bastante más dramático de lo que el inmortal número nueve hubiera querido. Ahora sí, todos muertos, atados con tinta indeleble a la vida de este pendejo que encima no sabe nada de fútbol...

2 comentarios:

  1. triste y bueno, en un día que invita a leer algo así, un día en el que pasé por el bar Los Galgos, al que, irremediablemente, asocio este blog.

    ResponderEliminar
  2. Hola SAL: Así es, triste pero a la vez divertido, tenía ganas demostrar un enojo persistente, una especie de "déjenme de joder" reiterado. El bar Los Galgos es un amigo de este blog, respira Buenos Aires.

    Saludos y buen finde

    PD: Hay que arreglar con el amigo Agustín la reunión blogger.

    ResponderEliminar