domingo, 8 de enero de 2012

Suben y bajan


"¿Dónde habrá una ciudad en la que alguien silbe un tango
¿Dónde están, dónde están
los camiones de basura, mi vieja y el café?
Si esto sigue así como así ni una triste sombra quedará
ni una triste sombra quedará"
El anillo del Capitán Beto de Luis Alberto Spinetta



Pasa la mano por el volante siguiendo la forma circular, como acariciándolo. Acomoda una botellita de agua y una toalla al costado del asiento. El celular va enganchado al pantalón "No sea cosa que un pasajero me lo afane". Hace la señal de la cruz con la mano y arranca, me dice que tiene miedo de tener un accidente, de un asalto violento, de la agresión de un pasajero.

Julio repite día a día el mismo recorrido con la línea 1 de colectivos: de provincia a capital y de capital a provincia. Se levanta temprano, se baña, se afeita la barba y su mujer, Sandra, la ceba unos mates. Es temprano, alrededor de las cinco de la mañana pero mantienen una rutina amorosa silenciosa en las penumbras de un amanecer que apenas se anuncia. Sandra después duerme un poco más, agotada por la jornada laboral que la mantiene varias horas limpiando oficinas. Julio camina unas cinco cuadras para llegar a la terminal y ahí intercambian bizcochitos de grasa con los empleados de la línea.

Arranca el colectivo y progresivamente se va llenando, algunos pasajeros protestan porque no hay más lugar y gritan "que se vayan para atrás que está vacío". Julio pide colaboración pero se calla ante los primeros insultos y las expresiones tales como:"¿Pero qué te creés? Subí gente al techo flaco, NO HAY MÁS LUGAR". Sube una mujer mayor que se queda parada, Julio me explica que antes no era así, que en seguida le daban el asiento a embarazadas, viejos y chicos ni bien los veían subir pero ahora se hacen todos los dormidos. La señora intenta agarrarse como puede pero con cada frenada su cuerpo se mueve, flamea y la caída parece inminente. Finalmente en un movimiento brusco golpea a uno que está "dormido" y le termina dando el asiento.

Le pregunto a Julio por qué es colectivero, si eligió la profesión, pero antes de responderme mira uno de los espejos para abrirle la puerta a un pasajero. Retoma la marcha y me dice que no sabe, que de chico pasó mucha hambre, que fue muy difícil, vivió en la calle y ahora está ahí, arriba del colectivo y a pesar de todo le gusta la profesión. Por sus memoria transitan miles de historias, algunas las sigue a la perfección, como capítulos de la vida privada de la gente que él adorna con matices de telenovela, otras se le escapan y son esas las que más le gustan. Hay gente muy cayada que apenas lo saluda y después se pone a leer, a veces se duermen. Julio no me mira pero siento su mirada en uno de los espejos, descubro que en su relato me construye, que durante tantos años y tantos viajes me convertí en uno de sus enigmas más indescifrables.

El resto del viaje permanezco callada, parada al lado de Julio mirando la gente subir. Le agradezco su tiempo, le comento que voy a escribir algo y que después se lo mando. Me bajo del colectivo y pongo los pies sobre la orilla de la vereda, siento que el agua de la calle me inunda las sandalias pero me fui de mí, en mi ausencia me percato que no le dije nada a Julio, que el intercambio fue desigual. Subo a la vereda y me absorbe a la multitud. Siento la bocina del colectivo, Julio quiere saludarme desde arriba pero ya no me ve.




9 comentarios:

  1. Una joyita, me encantó este post y el tema de Invisible. La conexión de lo que contás con un poco de nuestro andar por la ciudad, invisibles, no ignotos, porque lo vemos y lo decimos: "todos se hacen los dormidos"
    La otra vuelta mi hermana me dijo que el colectivero gritó: "Dejen, le doy yo el asiento"

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  2. Amiga amema: Me encanta que te encante. ¡Qué buena apreciación! así es, ciudad de zombies. Eso le pasó a mi vieja de chiquita, estaba toda enyesada, no podía caminar, y el colectivero hizo lo mismo. El Sarmiento es peor, porque ven a alguien y lo ignoran no necesitan actuar.

    Abrazooo

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    1. Me ha encantado este relato, que supongo está basado en experiencia real. También cada vez que voy en autobús me sorprendo de que la gente sube y baja sin prestar atención al conductor, y que incluso algunos son groseros con él. Yo siempre intento saludar, e incluso si el autobús está vacío porque soy la última que se baja en la última parada, despedirme con un "hasta luego" gritando un poco para que me oiga desde la puerta trasera.

      Tienen que tener mucha paciencia y temple esos "Julios", para conducir y aguantar a los pasajeros. Sobre ceder el sitio, en Madrid ocurre igual, todo el mundo se hace el loco, solamente en casos muy descarados como una embarazada de 8 meses o un viejecito con muletas, alguien se digna a dejar el asiento libre.

      Y por lo menos en Buenos Aires sé que la gente silba, quién sabe si un tango, en Madrid, nadie :-(
      http://neodespierta.blogspot.com/2008/04/me-gusta-silbar.html

      Te felicito por tu gran sensibilidad y capacidad de captar esas cosas que a la mayoría se nos pasan por alto.
      Saludos cariñosos

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    2. Trinity: Así es, un poco de real, un poco de imaginación y muchos viajes en colectivo que me llevan todas las mañana de provincia a capital.

      Claro, me parece muy bien saludar, debe ser difícil estar tantas horas ahí arriba manejando y el saludo es una forma de reconocimiento, de visibilización también porque muchas veces se vuelven invisibles salvo que frenen de golpe o se pasen una parada y ahí si aparecen los insultos.

      ¡En Madrid también! ¡Hay que dar el asiento! Nadie se pone en el lugar del otro, si yo tengo poca estabilidad en el colectivo a un hombre mayor, un nene, un discapacitado le resulta mucho peor. A una amiga le dieron una vez el asiento pensando que estaba embarazada y se ofendió, solo tenía un poco de panza y le dijo al que se lo daba: “quédese usted que lo necesita más que yo…”.

      Qué hermoso post ahí pase y lo comenté.

      Muchas gracias por pasar y por tan lindo elogios. Un abrazo con altas temperaturas desde Argentina así se mitiga un poco el frío de Madrid ;-)

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  3. A mí también me ha gustado mucho este relato de algo tan cotidiano como subirse a un autobús, lo hacemos como robots sin prestar atención a todos estos detalles que nos cuentas, y es que esta sociedad nos mantiene tan atontados que no reparamos en las cosas simples y cotidianas como las que cuentas.

    Un saludo desde el Sur de España, desde la localidad de Lepe recibe un afectuoso abrazo

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  4. Alicatados man: Muchas gracias por pasar, muy lindo lo que me decís y esa es precisamente la intención de este blog.

    Otro abrazo para vos, no conocía la localidad de Lepe, ahí estoy buscando información, en Wikipedia aparece que fue furor el cultivo de las frutillas o fresas (una de mis frutas favoritas) en los 90. ¡Saludos!

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  5. Ahí paso por tu blog yo mirando Wikipedia ¡y vos tenés un blog de Lepes! jeje. Sabrás disculpar, ahí voy a leerlo.

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  6. Soledades juntas en un bondi. Ni un si, ni un no. Siempre desconocidos. Todos los dìas la misma rutina (pucherito de gallina con viejo vino carlòn).
    Saludos
    Roberto

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  7. Así es Roberto, muchas gracias por pasar y por tu comentario, me encantó y enriquece la entrada.

    ¡Saludos!

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