martes, 22 de junio de 2010

Crónica de un viaje futbolístico


Después de la experiencia del hipódromo, este blog disfruta de la participación de sus amigas. Esta vez Vero escribió:


Parece un día feriado, aunque sean las 8:30 de la mañana de un día común, laboral. Sin embargo, no hay casi nadie en la estación de trenes. ¿Acaso nadie tiene que ir al centro hoy? Si, tienen, pero lo hicieron antes de esta hora o lo harán después de las 10:30. ¿Por qué? Porque a las 8:30 del 17 de junio de 2010 juega la Selección Argentina su segundo partido del Mundial Sudáfrica 2010. Y para los argentinos, esas 2 horas son sagradas, como un feriado


Apenas se comienza a escuchar el relato de Víctor Hugo por los auriculares del celular, el tren arriba a la estación. Su maquinista lleva puesta una remera de Argentina, una pasajera que está por subir le levanta el pulgar en señal de aprobación. Al abrirse las puertas no se baja nadie, al subir al vagón está casi vacío, hay asientos libres y es fácil acomodarse en ellos. La viajera se siente rara, pero se pone cómoda y disfruta el relato del partido. Unos pocos minutos faltan para que se produzca el primer gol argentino, pero ya sea por el silencio en el vagón, porque la mayoría de los ocupantes del vagón son de sexo femenino, o porque se palpa en el aire que a (casi) nadie que esté viajando a esta hora en este tren le interesa ni un poquito el partido, el gol no se festeja. Solo una pasajera tímida se levanta a medias y grita un débil gol, la viajante la mira, le asiente la cabeza y le sonríe. Una mirada cómplice se cruza entre ellas, pero esa es la única irrupción de la famosa “pasión futbolera argentina” que se manifiesta esa mañana en ese vagón.


La caminata por las siempre bulliciosas, atiborradas e incómodas de transitar veredas de la calle Pueyrredón, en el barrio de Once, resulta ligera, fácil. La total ausencia de puestos precarios, los carteles de “abrimos después del partido” en los negocios, lo permiten. Y es en esas extrañamente desiertas calles que Víctor Hugo grita el 2do gol, tal vez un poco titubeante por la duda de si “estaba en offside?” o no. Los gritos salen de los negocios, los autos se expresan con bovinazos. Pero esta vez la viajante no solo se siente tímida, sino también emocionada (más por la alegría de la gente que por el gol en si) y tan solo puede pronunciar un bajo “vamos! gol!” sin que la voz le salga entrecortada. Y prosigue su marcha acelerada.


Faltan 10 minutos para que termine el primer tiempo, pero la necesaria utilización del subte para poder arribar a destino interrumpe la señal de radio, y la viajera, que ya se lo imaginaba, debe continuar su camino ignorante de los acontecimientos hasta que vuelva a la superficie, cuando el 1er tiempo ya haya terminado. La estación del subte presenta una imagen muy parecida a la del tren. Los empleados no existen; seguramente se hayan “perdido” en el camino entre la televisión y las boleterías. Pero por suerte el subte sigue funcionando. Tal vez haya que agradecérselo al gremio (sin personería jurídica) del subte que consiguió que las mujeres manejen las formaciones. Si no quién sabe.


Cuando la viajera sale a la superficie, su celular aún no puede captar las ondas de la radio. El microcentro porteño atenta contra ella, con sus constantes interferencias. Así que no es hasta que llega a la oficina y se cruza con una compañera de trabajo que se entera que el 1er tiempo terminó con un gol del contrincante. “En el último minuto fue!”.


El 2do tiempo la viajera se convierte en hincha. En la comodidad de una sala de reuniones y frente a un LCD de quien sabe cuantas pulgadas, se angustia y disfruta con el partido junto a sus compañeros de trabajo. Esta vez se siente cómoda y tranquila, y no vacila en gritar y saltar para festejar los 2 goles que el equipo argentino regala.


Luego del partido el día sigue (o será comienza, en realidad) como cualquier otro día laboral. La hincha se transforma en trabajadora, y responde preguntas, soluciona problemas, completa responsabilidades, crea nuevas….


Y se toma unos minutitos para escribir estas líneas.

4 comentarios:

  1. buenísimo el relato, yo salí para el laburo dos minutos antes de que terminara el partido y llegué a la estación sin cruzarme con nadie, en el tren tampoco venían muchos... eso sí en la siguiente estación la gente ya había brotado de sus hormigueros televisivos.

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  2. Hola Virginia y/o Vero:

    Me gustó la crónica. Interesante desde los ojos de una mujer que no ve el fútbol, sino que lo siente a través de un viaje en el Mitre o en el que sea.

    Desde mi punto de vista -a pesar de gustrme mucho el fútbol- hacemos una especie de catarsis-histérica-colectiva.

    Hoy ganamos y somos los mejores.
    Mañana perdemos y somos los peores.
    "Del éxito a la agonía, transita nuestra historia" (también futbolera).

    Como diría Borges, este relato deja algo de un Buenos Aires mañanero, con la sensación de casa vieja y algo vacía.

    Te felicito.
    Saludos.

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  3. Ja ja muy divertido,chicas. Estoy acá Vir, solo que empece a trabajar y vida se caotizoun poco pero ahora estoy dispuesta a volver a los blogs que tanto me gustan

    Besoss

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  4. Respondo los comentarios en la previa del partido México-Argentina.
    Muchas gracias SAL, a mi también me gustó mucho la crónica de Vero.
    Crónicas: Gracias, muy lindo comentario! Este viaje fue en el tren Sarmiento hasta Once.
    Jota: mucha suerte con el trabajo y gracias por volver a pasar. Dicho sea de paso que lindo que está tu blog, un gusto leerlo.
    Besos

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