domingo, 14 de junio de 2015

Donde estés

Pasaron varios días, meses y hasta años... Nunca me animaba a ir porque me daba nostalgia y porque no sabía qué decir. Qué ni cómo, pero si a quién. Pensar en él me remitía inevitablemente a Los Galgos, el bar que se transformó en carteles de venta y destrucción. Sabía que me había afectado pero no podía imaginar qué sentiría él que iba habitualmente allí a desayunar. No menos de treinta años repitiendo la misma rutina.

El viernes pasado me animé y fui. No lo tenía previsto pero me desvíe del camino y entré a la galería de enfrente del bar. Entré y a simple vista no me pareció ver el local. Seguí hasta el fondo, era el último. Una mujer mayor se me adelantó y tocó la puerta del local con su mano llena de tiempo. Se puso triste, miró hacia ningún lugar y en un suspiro preguntó por él: "Miguelito, qué te pasó, ¿dónde estás?". El cartel anunciaba otra ausencia prolongada. Miré a la mujer y le pregunté si lo conocía, le hablé de Los Galgos pero no llegaba a comprenderme. Me volvió a hablar de Miguelito, que no estaba bien y deslizó que no quería pensar en "lo peor". "Peor" resonó en mí llenándome de angustia. Peor era no haber ido antes. Peor era no haberle llevado las fuente de plástico de medialunas para que él vuelva elegir las suyas. Ahora te regalo la docena con el café. Con ese silencio rutinario nos llenamos de pasado y lo recordamos. Sabemos que Horacio va a volver a teclear la caja registradora y nos vamos a ir pensando en regresar como todas las mañanas.





martes, 2 de junio de 2015

Correo sentimental - Primera entrega


Xaviña, España, domingo 31 de mayo de 2015 

Estimada Virginia:

No tengo la menor idea de por qué te escribo, soy un tipo tímido al que no le gusta que lo lean. Pero te escribo. Te estoy escribiendo ahora todo lleno de árboles. Al lado está el gato que busca una caricia, adelante está esta la netbook titilando. No hay mate, sí mucha pena.
Me veo con veinte años menos caminando por avenida Corrientes. En ese momento estudiaba  y me la pasaba metido en las librerías. Compraba de todo y lo devoraba con intensidad. Noches enteras de pucho, café y libros. Sería, más bien, libros, libros, pucho, libros, pucho, café. Del departamento a la avenida, caminaba como poseso. Los libreros me conocían y me recomendaban siempre algo nuevo, algún autor favorito. Yo en esa época ya me había enamorado perdidamente de Hebe Uhart. Los recuerdos se me van como hilos. Si supieras Virginia, ya no tengo ni la mitad de mis libros. Mis que son simplemente libros. Enterrados, perdidos, prestados. Y vuelvo a mirar los árboles. No veo nada, ya no siento nada.
Gran parte de mi vida quedó allá pero hay algo que me vuelve continuamente, lo aprendí de memoria, es el prólogo de Haroldo Conti a un libro de cuentos de Hebe, decía: "Hebe Uhart, para su desgracia, es definitivamente una creadora. Ni aclara, ni completa una realidad conocida. Revela o, mejor dicho, ella misma es una realidad única, distinta". Y vuelvo a mi realidad como si fuera un cuento de Hebe lejano, leído en las circunstancias que añoro entero. Es que estoy tan lejos de todo. En este momento el gato se da cuenta, se acerca y me ronronea. Cree que soy yo el que lo acaricia a él.

Un abrazo, Ricardo