domingo, 30 de junio de 2013

Vecin@s

Dicen que el portero es un chusma. Dicen, yo no digo. 

Cuando las chicas se mudaron al octavo el portero anduvo elucubrando en su reducido horizonte mental hétero. Primero le dio manija al del cuarto para que se apretara a una. Le dijo que le hacía la gamba, que la minita era un bombonazo y se zarandeaba de lo lindo cuando salía por el palier. Después le tocó el turno a la otra, morocha, a quien caracterizaba como "tremenda, con ojos color de cielo". Esa se la reservó para él. Pichi, mini perro con cara de rata, oficiaría de carnada. Porque a cualquier minita le enternecen los perritos y  Pichi ladra de lo lindo, perro comprador.

Yo sigo callado viendo como él arma y desarma. Estrategias. Mi ventana descubre a las vecinas. El portero quiere indagar, yo lo ignoro. Yo, el puto indeseable, el que se levanta tipos y trae "noviecitos", yo, les doy una silenciosa bienvenida.



domingo, 9 de junio de 2013

Perdida



La mirada baja, la mano aferrándose a la pierna de mamá y la sensación de movimiento infinito. Me voy a caer, me voy a caer, me mareoooo. Así se volvía del centro. Se volvía desde un lugar desconocido y en un tiempo para nada preciso, pero la memoria se empeña en volver a esa vuelta.
Alguna vez mamá pidió un asiento, alguien se lo tenía que dar, alguien. Sintió vergüenza. Había que sentarse sola, no pedir el asiento porque las piernas eran cada vez más largas y quedaba desparramada de forma incómoda a upa de mamá. La vergüenza volvía pero estaban las dos sentadas y cómodas hasta Primera Junta.
Alguna vez tenía que viajar sola. Levantar la mano, subir, pedirle al colectivero el boleto según el destino (Porque si es otro ramal andá a saber a dónde te lleva y te vas a perder), bajar en la parada precisa. Caminar, llegar a destino y volver.
La ceremonia se fue repitiendo hasta volverse natural e imprescindible. Se viaja, en ese medio de transporte, no otro. No hay plata para taxi y todo queda lejos, así de simple.
Idas y venidas durante años le fueron imprimiendo al trayecto ciertas particularidades. La espalda reconocía las posturas más confortables para lograr el sueño. Se deslizaba todo el cuerpo hacia abajo mientras la cervical iba inclinándose en el respaldo. La cabeza podría inclinarse hacia la ventanilla pero el temblor propio de los baches provocaba golpes dolorosos. 
Con los ojos cerrados percibía aún el movimiento, los giros bruscos, el mantenimiento de una dirección fija. Las coordenadas precisas acompañadas por la variación auditiva indicaban cuándo había que despertar. Despertar y bajarse con todo el sueño adentro sublevado. Con las rodillas entumecidas. Con la espalda crujiente.
Nunca pensó en la variante de peligro. Su integridad física y psicológica estaba protegida por años de conocimientos, por kilómetros recorridos. Nada podría quebrantar ese pacto silencioso que había contraído con el medio de transporte.
Y fue un miércoles nocturno en el que un pasajero se le acercó. El pasajero no era en ese momento pasajero sino torso agarrado del asiento. Un pedazo de cuerpo inerte que configuraba parte del paisaje inanimado que tanto conocía. ¿Para qué mirar hacia arriba? No era para nada respetuoso y no había nada que mirar, cada uno en lo suyo, con su viaje. Y el pasajero, el torso, se convirtió en mano rápida que se llevó el celular. Después fue una espalda bajando rápidamente por las escaleras y escabulléndose en las entrañas de la oscura Liniers. El corazón se aceleró, miró hacia todos lados y se culpó por confiada, por tonta. Los pasajeros la miraban, le hablaban y ella permanecía en un estado de angustia que le seguía acelerando las pulsaciones. 
Entonces empezó a pensar en ese torso, esa mano, esa espalda que se escurriría por las vías del tren y que, con éxito, vendería el celular a unos pocos pesos. El mecanismo se reiteraría con cada ocasión de celular fácil de arrebatar.
Esa mano, ese torso, esa espalda siguieron persiguiéndola en cada nuevo viaje, impidiéndole conciliar el sueño. Treinta y pico de años de viaje que se extinguían. 

domingo, 2 de junio de 2013

Mini -Crónicas en colectivo


Sábado 21:00 hs 

La chica habla con sus amigos en el colectivo. No habla, grita. Tiene un hermano panadero come todos los días facturas y es flaca pero engordó dos kilos la cuñada es amiga de una amiga de Lopilato y del hermano de los dos entonces suben un video a Facebook
La hija de puta tiene una panza dice la amiga pero la etiquetaron y 5 días después sale en el noticiero la cuñada dice yo ya la vi en Facebook JA-JA Y a mi mamá la van a operar la membrana una aguja ¿qué aguja? No que asco ¿Te dije que voy a ser tía?
 Ay boluda pero qué lindo yo me leí un libro estaba la sinopsis es de 1982 del año del pedo se llama Rosas de sangre bueno está muy bueno el libro de un crimen es SUPER descriptivo el libro hablaba medio de sado el antecesor de Grey!!!

Martes 7:00 hs

Amaneciendo en el colectivo. Señora con celular. Le dije al gordo que arregle el termotanque sí, él iba yo me yo a Capital de ahí a Caseros después a Villa Ballester (De fondo la radio del colectivo: Divididos, Nene de antes) la verdad que los médicos...
¿Rinden las dos nenas juntas? Hay alerta meteorológico hasta en Catamarca hay nena vientos del sudeste ¿Viste lo de los docentes? Una combi alquilaron no sé cuántos golpes en la cabeza se salvó pero nada más... chau. Corta y abre la ventanilla.


Martes 13:00 hs (Después del temporal de lluvia y granizo)

Alguna vez iba a pasar, dos pasajeras con onda. Estudiantes de secundario cantan temas de reggaetón y leen sms en voz alta como si fueran poemas: No quiero ir al cole que es un bajón igual llego tarde es para hacer esa prueba de mierda uh yo tampoco quiero ir esto no avanza llueve adentro del colectivo. Una pasajera grita al bajar MOMENTITO una gota cae entre este celular y mi mochila. La chica canta: ¿Cómo puedo yo amarte asiiiiiiii?
las alumnas se pelean: boluda es por culpa tuya no llegamos más pero mirá cómo viajas! sentadita es que vos no tenés tantas faltas como yo boluda

Miércoles 16:00 hs

Estoy dormida y escucho gritos: Ay Diossss. Alguien se cayó intetando subir al colectivo. Una pasajera explica que la señora mayor intentó hacerse la nena y subir en movimiento. El colectivero dice que se podría haber abierto la cabeza contra el cordón, rebotar. Avanzamos y se ve un hombre que cae solo desde su bicicleta. Los pasajeros de adelante exclaman ¡Uhhh otro más! El colectivero dice: ¡Ah bueno hay que jugarle al 56! ¡La caída!